martes, 22 de septiembre de 2015

MARAVILLOSA PRACTICA PARA CONTACTAR CON NUESTRA ESENCIA

Una persona es lo que es su esencia. ¿Usted sabe cómo es ella, su esencia?







La esencia es lo más bello en nosotros, lo que verdaderamente somos, la chispa divina; así lo explica Samael Aun Weor en su Psicología Revolucionaria. De la esencia poco conocemos pues ella se manifiesta como dice el Maestro hasta los primeros cinco años de edad. Es lo que hace, dice el Maestro, al bebe tan hermoso y maravilloso. Luego de eso, la esencia deja de crecer y desarrollarse para ser embotellada en los variados defectos o yoes psicológicos. Entonces nace la personalidad y se desarrolla el carácter. La belleza en nosotros queda así oculta y desconocida. En la edad adulta es muy sencillo conocer al yo, al ego y muy difícil y hasta imposible reconocer a nuestra esencia. Las constantes preguntas de ¿quiénes somos? ¿de dónde venimos? ¿para qué vivimos? dan claras muestras de ello. Más sencillo es saber lo que no queremos ser, que lo que realmente somos. Cosa tan importante esto último. Si una persona encuentra quién es, encontrará su vocación, su inspiración, encontrará la asertividad de seguirse. Muchos ni siquiera se preguntan por esto, su condición es tan alarmante que como dice el Maestro "ni siquiera saben que no saben", y por tanto la razón de su existir se limita a la materialidad de nacer-crecer-multiplicarse y morir, sin haber tenido la idea de por qué fue todo ello.

Pero, ¿cómo se manifiesta la esencia? ¿existe alguna manera de verla o percibirla?

Nos remitimos entonces a lo que dice el Maestro. Si un niño, un bebé es la viva manifestación de la esencia, entonces deberíamos ver su actuar para, por deducción, encontrar las maneras mediante las cuáles podemos contactar aunque sea por un instante con nuestra verdad interior, con nuestra esencia. Entonces revisando el comportamiento de un pequeño desde el momento de su nacimiento y hasta los seis meses, vemos que lo primero que hace en la vida es observar, mirar todo lo que gira a su alrededor con la simple certeza de conocer. Observa todo y a todos. Luego y no en secuencia, escucha. Escucha, así mismo, con extrema atención el tono de voz de su madre, de su padre, de los que le rodean, del ambiente en el que ha nacido. Escucha. Llegado el momento y en uno de los instante más maravillosos del ser humano, su expresión se dilata, sus ojos brillan y por fin sonríe. Sonríe y el mundo se ilumina con la fuerza de un rayo. Todos caen fulminados de alegría al verlo. Maravillas de Dios. La Esencia misma en su apogeo. A partir de esto, el bebe abraza y aprieta la mano. No hay cosa tan bonita como dejarse estrechar la mano con la de un bebé o tan solo un dedo por supuesto. Tenemos entonces cinco maneras en las que podemos ver nuestra esencia manifestarse:


  1. OBSERVANDO
  2. ESCUCHANDO
  3. SONRIENDO
  4. ABRAZANDO
  5. ESTRECHANDO LA MANO


Poniendo atención y viviendo el instante, podemos mediante estas cinco maneras conocer nuestra esencia, tener contacto con ella. Son prácticas bonitas que las podemos realizar todo el día y a cada instante. Si mostramos nuestra esencia, entonces el mundo mostrará la suya.

Esto en un principio, pero quiero dejarles una practica adicional muy bonita también, para llegar en meditación hasta nuestra querida y amada esencia interior, eso que realmente somos, eso que es el elixir de la sabiduría.

PRACTICA


  • Cómodamente sentados, cerramos los ojos y respiramos conscientemente; es decir inhalamos y exhalamos intencionadamente.
  • Autoobservamos nuestro cuerpo físico, sus dolencias, sus carestías, sus incomodidades, y descubrimos que no somos el cuerpo físico, que somos algo distinto, que somos algo que se puede separar de él y lo hacemos.
  • Luego, autoobservamos nuestros cuerpos etéricos, nuestras relaciones, con nuestros padre, hijos, familia, amigos, compañeros; con nuestros trabajos, labores, aficiones y descubrimos que no somos el cuerpo etérico, que somos algo distinto, que somos algo que se puede separar de él y lo hacemos.
  • Luego, autoobservamos nuestro cuerpo emocional, nuestros deseos, nuestras emociones, nuestras apetencias, nuestras alegrías, tristezas, penas, angustias, desesperaciones, miedos, inseguridades y descubrimos que no somos el cuerpo emocional, que somos algo distinto, que somos algo que se puede separar de él y lo hacemos.
  • Luego, autoobservamos nuestro cuerpo mental, nuestros pensamientos, nuestros imaginarios, nuestras ideas, proyectos, elucubraciones, fantasías, canciones psicológicas, comentarios, conceptos, juicios, sentencias y descubrimos que no somos el cuerpo mental, que somos algo distinto, que somos algo que se puede separar de él y lo hacemos.
  • Luego, autoobservamos nuestro cuerpo volitivo, nuestras voluntades, lo que queremos, lo que nos impulsa como por ejemplo el querer la riqueza, la salud, el viajar, el mejorar, el cambiar, el trascender, el prepararse, el triunfar, la fama, la gloria, la aventura y descubrimos que no somos el cuerpo volitivo, que somos algo distinto, que somos algo que se puede separar de él y lo hacemos. 
  • Luego, autoobservamos nuestro cuerpo espiritual, nuestros anhelos. Anhelo de felicidad, de paz, de autotransformación, de autodesarrollo, de serenidad, de meditar, de plenitud, de comunión con Dios, de libertad y descubrimos que no somos el cuerpo volitivo, que somos algo distinto, que somos algo que se puede separar de él y lo hacemos. 
  • Llegado a este punto, superando todas la etapas del alma humana, simplemente observamos y dejamos que la esencia se manifieste. Ella, luego de que los cuerpos han dejado de estar por lo menos en un instante de estar manipulados por el yo psicológico,  utilizará esos mismos cuerpos ya como es lo adecuado y mostrará imágenes o sensaciones que nos llevarán a la verdad.


Es esta una muy linda práctica que abre canales de manifestación para aquello que es lo más puro en nosotros como dice el Maestro Samael Aun Weor.



Atentamente
Erick Bojorque Pazmiño




miércoles, 2 de septiembre de 2015

¿Qué es la Paz?

La Paz...
Es algo desconocido para el ser humano actual.
No existe paz en ningún rincón del mundo, pues no se sabe cómo es, ni a qué sabe.









La paz que se pregona es algo contrario a la guerra. Se supone que es un estado superlativo en el que nadie tiene problemas ni nadie los causa. No existe en la paz la pobreza, rivalidad, dolor. Solamente existe en la paz, un estado de mansedumbre que un poeta lo afirmaría con un soneto maravilloso y una bailarina con un suspiro...Paaaazzzzz..! Pero, la realidad es que nadie la conoce, nadie la a ha visto, pues todos andamos buscándola, como algo inusual que debería estar ahí pero que jamás ha llegado, jamás. la historia de la humanidad así lo ha narrado. No ha existido paz, ni por un momento en la evolución-involución del ser humano. Las personas creen que la paz es ese lugar entre guerras, ese tiempo donde los cañones no abuchean, ese tiempo sin soldados; pero la verdad es que al igual que en el fragor del combate, en esos tiempos donde se dice existe la paz, el dolor y la muerte de la guerra están a la vuelta de la esquina, en las plazas, en los parques, en los hospitales, en el interior de la familias, en los lugares de trabajo, entre compañeros, entre familiares, entre ciudadanos. La paz dicha así, se rompe fácilmente con un grito, una mirada, una desavenencia. Estalla así la guerra, como si de un globo pinchado se tratara, como si fuera algo extraño, como algo que nunca pasara ni hubiera pasado. La realidad es que nunca existió la paz, nunca se abandonó el conflicto, nunca la mente de los partícipes la dejó, siempre estuvo la guerra fraguándose, armándose, preparándose para extenderse y mostrarse a sí misma por lo que es, una realidad palpable, monstruosa y siempre presente.

A la guerra, al conflicto los conocemos, sabemos cómo son y a qué saben. Sus aromas, sus colores, toda su apariencia. Se las conoce, de cabo a rabo. A la paz, no. Los artistas pintan la guerra, sus hombres destrozándose, sus mujeres en llanto, sus niños desgarrados, pero a la paz no se la pinta, no se le hace esculturas, pues nadie sabe cómo es. ¿Tal vez un apretón de manos, una sonrisa, una paloma?  Se sabe que va a haber guerra. Rumores soplan y no existe sino la afirmación de que así será. No es algo fuera de lo común, algo que no se contemple, es algo muy natural en la sociedad humana desde siempre. La guerra ya en proceso se vuelve un espectáculo del que todos participamos, físicamente o por información mediática. Todos estamos dentro de ella, pues aunque no estemos en la batalla, estamos a un lado u otro de las posiciones encontradas. Tenemos la capacidad de comentar, de analizar y de saber proyectar los resultados de la catástrofe. Somos expertos. Pero de la paz, nadie sabe nada, pues ella no vive sino en un instante decidor, en los momentos en los que se despierta para dejar la guerra.

La guerra es perenne. La batalla es de todos los días, mientras que la paz es instantánea. Ese instante en que decidimos dejar de ser guerreros es paz. Paz refulgente y deliciosa que de a poco se materializa en consciencia.

La paz se manifiesta de aquella manera, no oponiéndose, no siendo contraria a algo, no teniendo una postura, sin razón alguna. La paz es ese maravilloso instante en el que abandonamos la atadura de la costumbre de pelear, ese pleno momento entre momentos en que nos decidimos a soltar el garrote, ese majestuoso segundo de nuestra diaria vida en que nos permitimos dejar de gritar.

La paz no se busca, ni se encuentra. La paz no se toma ni se deja. La paz no es un regalo, ni es algo que podamos tener. La paz no es poder ni es estancia. Tampoco es un país, una región, ni un estado emocional. Es un instante. Ese instante en el que el conflicto ha dejado el lugar que siempre tuvo para desaparecer.

¿Buscas la paz? No la encontrarás...
¿Quieres la paz? No la tendrás...

Así como la mente la describe no existe.

Una fuerza tan maravillosa solo puede ser vivida y manifestada.

De esta manera la paz, ese punto matemático en el que se deja de ser lo que siempre se ha sido, es algo muy íntimo y valioso. No podríamos decir que exista entonces la paz mundial, como si fuera de tenderse las manos. Eso es una utopía gigantesca. Debería existir ese momento siempre y para todos. Un instante de auténtica transformación de la humanidad entera lo que es a luces claras una aberración del pensamiento. Lo adecuado es vivir la paz en sí mismo de instante en instante.
De aquella paz nacerá algo que podrá cambiar la guerra.



Atentamente
Erick Bojorque Pazmiño